lunes, 14 de noviembre de 2011

18. BHAKTAPUR...Y REGRESO A CASA

El viaje de vuelta desde la sucia Butwal hasta Kathmandu es, probablemente el peor que he hecho en mi vida. Salida a las 7 de la mañana de la "estación de autobús", y 10 horas de viaje por autopistas nepalís. Se nota la cercanía de Butwal con la India, pues en el bus, se cuentan tantos indios como gente local...y un español, yo. La gente en esta zona, no habla mucho inglés, por lo que agradezco que mi compañero de asiento, chapurree un poquito. Es un hombre de 51 años llamado Vishwanath, y que trabaja en el Curriculum Development Centre de Kathmandu, una especie de escuela que ayuda a chavales de secundaria, a los que da cursos de diversas materias para que mejoren sus currículums y tengan mayor accesibilidad al empleo. También revisan los libros de texto, para adecuarlos a la situación actual. Vishwanath, concretamente, es profesor de nepalí. Me invitó a conocer el centro, pero no tuve tiempo material, pues en día y medio, regresaba a España. No obstante, es otra cosa que reservo para mi próxima visita.
Una nueva parada en Kathmandu para descansar del viaje, búsqueda de hotel, compras de última hora y, a la mañana siguiente, autobús a Bhaktapur...esta vez sólo media hora de camino!!
Como la idea es pasar la noche allí, y trasladarme hacia el aeropuerto directamente al día siguiente, cojo una habitación en un hotel y busco otro autobús que me lleve a Nagarkot, un pueblecito cercano dede el que dicen hay otra vista espectacular del Himalaya. Esta vez, la buena suerte no me acompaña; el día está nublado, y cuando subo la colina, no puedo ver más que nubes.
Ya que he llegado hasta allí, pienso que por qué no aprovechar para dar una vuelta y sentarme a comer en la zona. Lo hago en una terraza con vistas al (esta vez nublado) valle de Kathmandu. La actitud positiva que conservo, me hace pensar, que también tiene su atractivo ver el paisaje con otra luz, con sensación de humedad en el ambiente, olor a tierra mojada y sonidos de truenos lejanos...y con una Tongba en la mano. Me quedé con ganas de probarla en Tibet, y no fue fácil encontrarla. Se le llama la cerveza Tibetana, y es un fermentado de semillas de mijo. La forma de servirla es curiosa. Una especie de recipiente cilíndrico de madera, con una tapa de la que sale una pajita metálica. Se abre la tapa, y el recipiente está lleno de semillas de mijo fermentadas, que tienen el aspecto de los granitos de azúcar que rodean las moras rojas de gominola. Se sirve agua caliente dentro, y se tapa. Tras una breve espera de un par de minutos, la bebida ya está lista para consumir. Su sabor es parecido al Sake japonés y, aunque no me gustó demasiado, tiene cierta gracia acompañar el Sekuwa con ella. Para bien o para mal...otra cosa más que probé!!
Me sorprendió el entorno de Nagarkot. Es un pueblo de montaña, con casas desperdigadas casi ocultas por la frondosa maleza. Llegado un momento, estas casas desaparecen, y por el sendero que se adentra en la montaña, sólo encuentras kioskos de bebidas y comidas, donde una persona espera infructuosamente la visita de un turista despistado. Sigo caminando, alejándome de la zona principal del pueblo, con las nubes cada vez más grises, y tras cientos de metros de maleza, laderas verdes, grandes árboles y silencio absoluto, aparece un hotel enorme!! su aspecto es bastante lujoso, con dos plantas de altura y unas 20 habitaciones. Verja de forja negra alrededor, aparcamiento donde descansan los todoterrenos que pueden subir hasta allí (aun no sé por dónde) y varios trabajadores del Hotel con ropas impolutas. Hotel Country Villa, se hace llamar, y parece increíble que haya un sitio así en ese pueblo!!!
Regreso para coger el autobús de vuelta a Bhaktapur acelerando el paso, pues empiezo a notar las primeras gotas, y las segundas, y las terceras...y los millones de gotas que siguen a estas!!! bendito Gore-Tex...si no es por él, se me calan hasta los pezones. Empapado subo al autobús, pensando que, si ya de por sí es peligroso circular en autobús por esas carreteras, cómo será con esa lluvia torrencial!!!...y lo compruebo. Estamos a punto de salirnos tres veces de la carretera en 18 kilómetros...y sin luces. Cuando llego a Bhaktapur, ha dejado de llover y, al descender, vuelvo a besar el suelo como hacía Juan Pablo II...ya sólo me queda una posibilidad de accidente!!!
Ya ha oscurecido en Bhaktapur, pero aun queda tiempo para perderse por la ciudad a una hora, en la que los turistas se han ido en masa hacia sus hoteles del centro de Kathmandu. La luz en todas las calles es escasa. La ciudad está apenas iluminada por las velas que encienden en los porches de los templos, donde los hombres de más edad, rezan cantan y tocan música con instrumentos propios e incluso, juegan a las cartas y a otro juego parecido a las damas, que llena las calles de todas las ciudades de Nepal. Las innecesarias bombillas que reclaman los turistas, se antojan inútiles una vez que estos se van. Esto reduce notablemente el consumo de electricidad y, con ello, los cortes diarios a los que se enfrentan los Nepalís en todas las ciudades que he visitado. El paseo nocturno me ayuda a hacerme una idea de lo que es esta ciudad. Declarada Patrimonio Mundial Cultural por la UNESCO, es como un museo vivo. De hecho, te cobran más de 10 euros sólo por visitarla!! Cientos de Templos, de varios tamaños y formas, dedicados a las distintas deidades Hindúes, algunos de ellos enormes, como el de Nyatapola. Cada cierto tiempo del recorrido, aparecen grandes estanques en plazas abiertas, que en su día abastecían la ciudad de agua y, que ahora son usados para pasear alrededor los más pequeños, e incluso para dar una vuelta en barca los más grandes. Cuando la oscuridad y mi nula orientación me inquietan, decido volver al Hotel, no sin antes cenar algo. Pero es imposible cenar en Bhaktapur a partir de las 21...con lo que compro unas porquerías en un supermercado y me las llevo al Hotel para comerlas en la habitación. Habitación, dicho sea de paso, en la que no quepo si permanezco en pie, pues los techos son muy bajitos.
La mañana siguiente, la última en mi viaje, la quiero aprovechar y, para ello, madrugo bastante y recorro la ciudad con una luz clara y poco movimiento de visitantes. A la luz de la mañana, se aprecia mejor la arquitectura newar que forma la estructura de la ciudad, con sus característicos edificios de madera y ladrillo. Veo los enormes templos de la Plaza Durbar, y de Taumadhi Tole, y grandes plazas abiertas, donde los agricultores (en su mayoría gente mayor) ventean el arroz para separar el grano del salvado. Algunos carpinteros tallando caballitos de madera, que luego venderán en un pequeño mercadillo con poca concurrencia. En apenas una hora, el mercadillo se llenará de gente.
Un largo paseo que nunca apetece terminar, rodeando la muralla de la ciudad. A cada salida y entrada de las mismas, un vigilante te pide la entrada, para comprobar si has pagado religiosamente los 10 Euros. Absorbido de nuevo por la marea consumista, hago unas últimas compras que, me hacen dudar sobre la capacidad de mi mochila. Vuelvo al Hotel, y empaqueto todo por décima vez con una total desazón..."esta es la última maleta que hago por ahora..." y mientras aplasto la ropa para ganar espacio, hago un rápido resumen de mi estancia por esas tierras. Cómo empezó todo, la idea inicial de venir aquí, qué vine buscando y qué he encontrado y lo que más me inquieta: si estos 25 días, me habrán cambiado aunque sea un ápice...
Mi última negociación con el taxista que me lleva al aeropuerto, es mi mayor logro. Consigo un precio, por primera vez, menor al menor de los que marca Lonely Planet...por fin le gano un pulso!! Además el taxista no habla ni papa de inglés, cosa que agradezco, pues se suceden una serie de diálogos-monólogos entre los dos, en el que ambos pretendemos que el otro aprenda palabras en nuestros respectivos idiomas. En este caso, como casi siempre que un español compite con un extranjero, pierdo claramente. No soy capaz de repetir la mayoría de sonidos que mi amigo pronuncia, y él, sin embargo, consigue decir palabras como "aeropuerto" o "preciosidad" con total claridad...
Aquí terminó todo. Me despedí del taxista con demasiada efusividad, probablemente porque diciéndole adiós a él, también se lo decía a Nepal, a Tibet, al Himalaya, a los Yacs, al caótico Kathmandu, a los incómodos autobuses, (al hombre de hojalata, al espantapájaros), a millones de cosas que he vivido, y a alguna cosita mía que se quedaba allí y que aún no he sido capaz de adivinar, pero estoy seguro, que se escondió para no entrar en la mochila.




                                                                                                                                                                               





2 comentarios:

  1. Creo que podriamos encuadernarlo, incluso releerlo varias veces y encontrar nuevas aventuras escondidas entre lineas ..supera a un librako pendiente de dedicar que me han regalado hace bien poco y pienso estrenar en breve... GRACIAS por compartir esta experiencia tan unica, misteriosa y admirable (vuelkito en el corazon con tu salto)....aprendido y conocido mas de ti..... pendiente la sesion de fotakas con cata incluyed...La Medina

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  2. Gracias Marta!! la sesión de fotos está preparada...y los vinos también...solo falta el público y concretar cita...

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