Se terminó...hay que asumirlo...ya está, fin, The end, finito, cést fini, azken, ...
Lo que empezó como una locura repentina, ha terminado como una experiencia maravillosa. Me inquietaba la idea de que este viaje, me cambiara...me convirtiera en un tío intrépido, aventurero, interesante...e incluso que me picara el gusanillo de no regresar a casa. Me lo planteé varias veces antes de partir, y la idea no me parecía mal. De hecho, el poco atractivo que para mí representa mi trabajo en el mundo de la construcción y el pequeño caos que me rodeaba en aquel momento, hacían una cóctel perfecto para que esto se produjera. Pensaba que iba a encontrar mi sitio en el mundo, vagabundeando por un lugar distinto, con escasez de lujos, lleno de gente humilde y unos paisajes maravillosos.
Buscaba limpiar mi mente y pulsar el botón de "vaciar papelera de reciclaje"donde había echado toda la mierda que me rodeaba y que amenazaba con regresar. De limpiar esa cocina caótica que tenía en mi cabeza, donde una cocinera preparaba huevos podridos para desayunar, mientras prometía que eran frescos...y yo me los comía sin rechistar, vigilando por una rendija el moho que ella ocultaba con una patata frita y fingiendo que no percibía el olor putrefacto...y yo a cambio, le preparaba unas tostadas suculentas con un corazón de mermelada. Esa oficina llena de teclas, planos y ordenadores que nunca se apagaban, porque no era capaz de encontrar el botón de off que tenía ante mis narices. La losa con el número 36 que se detenía sobre mi cabeza colgando de un hilo a punto de romperse. La montaña de cosas por hacer sobre la cajita de cerillas donde guardaba los logros conseguidos.
Viéndolo ahora desde otra perspectiva, eran demasiadas cosas para solucionar en 25 días...
Cuando el primer día en Kathmandu, olvidé mi cámara de fotos sin estrenar en un cybercafé, y a las dos horas volví y la encontré en el mismo sitio, comprendí que las cosas iban a fluir por sí mismas. Que era una tontería buscar. Había que dejarse llevar para encontrar. La solución a todas esas cosas que me atormentaban, estaba en mi cabeza y este viaje había que disfrutarlo con la mente limpia de porquerías. Metí la cocina, el ordenador, la losa y la montaña en una caja, y los enterré debajo de una piedra...y empecé a encontrar.
Encontré una gente extremadamente honesta, amable, trabajadora, servicial pero no servil. Encontré ciudades preciosas, otras no tanto...pero todas ellas diferentes. Tuve experiencias nuevas todas ellas. Aprendí infinitas cosas sobre Tibet, budismo, hinduísmo, Nepal, Himalaya, costumbres. Comí comidas nuevas, unas buenas, otras peores. Pude conocer gente de Tibet, de China, de Nepal, de India, de Estados Unidos, de Bélgica, Suiza, y San Sebastián; y de todos ellos aprendí alguna cosa. Me alojé en hoteles de un cuarto de punta de estrella. Sufrí mal de altura y rompí una papelera con la cabeza. Salté desde un puente. Viajé en un todoterreno con un conductor que se la jugaba en todas y cada una de las curvas, Ví las montañas más altas de la Tierra. Toqué un yac (y me lo comí, aunque no entero). Bebí té salado con mantequilla, imité a Eddie Murphy en El Chico de Oro, dándole vueltas a una pray wheel. Me emborraché en una ciudad tibetana, rodeado de autóctonos. Visité el Palacio de Potala en la Ciudad Prohibida de Lhasa. Crucé una frontera a pie. Me escupió una cabra. Me jugué todo a un número en la ruleta del casino de Kathmandu, lo perdí. Me dieron un billete falso que conservo. Hablé con Maite. Regateé con los comerciantes, una vez con mayor éxito y otras con menos. Envié unas 20 postales, de las cuales han llegado sólo 6...y todas después que yo. Viajé más de 25 horas en autobuses de los años 60. Ví un semicadáver a punto de ser incinerado. Compré 10 alfombrillas de ordenador que no sé qué hacer con ellas. Me perdí los cumples de tres de mis cuatro sobrinos. Me reí un millón de veces. Lloré tres. Hice un amigo de 8 años. Jugué al fútbol con una zapatilla vieja contra un equipo de niños nómadas. Entré en el baño más sucio que había visto nunca. Me acerqué a una araña gigante para hacerle una foto. Me acordé de tí. Me olvidé de tí. Compré mil recuerdos para dos mil amigos. Se me terminaron los calzoncillos y compré unos, tres tallas menores. Cogí 8 aviones...
...y regresé.
Todo esto es lo que encontré sin haberlo buscado..con lo que el saldo es infinitamente positivo.
Ahora mismo todo lo demás sigue debajo de esa piedra. No se ha ido, pero no puede salir de allí sin mi permiso.
No descarto embarcarme en algo parecido, como no descarto que la siguiente vez sea la definitiva...pero lo que sí es verdad, que en este casi mes que he estado fuera, en ningún momento perdí la perspectiva de que mi meta era volver a casa. Y me alegro de haberlo hecho, por todos vosotros.
Un beso muy fuerte.
Juanjo.